La calidad del servicio, el éxito profesional y las metas son palabra utilizadas a diario y que con frecuencia crean inquietud.

María Jesús Soto, profesora de la Universidad de Navarra, explicó en una de las sesiones en el CEICID, que todas estas nociones tienen una misma fuente: la voluntad de superación, que se concreta en las virtudes.

El fin de cada actividad es la persona y por tanto si en la actividad de una empresa falta el esmero por conseguir el bien de la persona, no se puede hablar de la calidad del trabajo.

La reflexión sobre la calidad debe ser en realidad una reflexión sobre el bien de las personas.

El secreto del éxito en cualquier empresa humana reside en la voluntad de superación de las personas. Esta voluntad se concreta en la adquisición de las virtudes, y por tanto el caudal para la mejora de la calidad del trabajo son las virtudes intelectuales y morales. Solamente mediante ellas, la persona puede poseer y controlar su propia vida.

Este hecho se realiza con especial veracidad en los trabajos de servicio. En ellos, la persona se dona a sí misma y por tanto expresa su riqueza interior.

Ésta, a su vez, crece mediante la adquisición de las virtudes. Nadie puede dar algo que no posee y, por tanto, para poder darse a sí mismo, en otras palabras, para poder servir, son imprescindibles las virtudes.

Y precisamente el trabajo es uno de los lugares idóneos para la adquisición de las virtudes usando la libertad y la inteligencia. De este modo se puede relacionar la noción del trabajo con la de la dignidad personal.

Así se podrá convertir el deber cotidiano en un ideal, la obligación en libertad y la rutina estricta en inspiración constantemente renovada.

Por tanto, la calidad del trabajo, depende fundamentalmente de la buena formación de las personas.

Este “formar” significa comunicar acerca del fin del propio trabajo, conocer sus metas, sus recursos y su finalidad última. Está demostrado que una buena formación es clave para la motivación de las personas porque, gracias a ella, la persona dispone mejor de sí misma.

Para no perder la motivación y evitar el peligro de que la profesión se transforme en una mera ocupación diaria, es necesario pararse y reflexionar.

Valorar la trayectoria personal, lo conseguido hasta ese momento y redefinir las propias metas.

Sin embargo, esta reflexión se puede realizar sólo a partir de la aceptación de las circunstancias y de la realidad en las que uno se encuentra. Para poder hacer esto, es necesario no dejarse arrastrar por la rutina diaria y no considerar las cosas como solo venidas de arriba.

María Jesús Soto

María Jesús Soto

Profesora del departamento de Filosofía y directora del Instituto de Estudios Medievales de la Universidad de Navarra