Después de una jornada laboral intensa o un día complicado, ¡qué bien sienta llegar a casa!

La armonía en el hogar es la clave para que una persona se sienta en su casa. Conseguir que todo lo que le rodea transmita paz, que encuentre orden y limpieza, delicadez en pequeñas cosas y detalles en la casa, se consigue gracias al trabajo oculto de la Administración.

Como el pilar que sostiene todo un edificio, la Administración es la piedra que cohesiona un hogar.

Con este trabajo se intenta facilitar la vida familiar de las personas que viven en esa casa. Que cuando esa persona llegue de su trabajo vea, en distintos detalles, que importa, que se le espera y que perciba que llega a su casa.

Es importante situarse bien en cómo son las personas que conforman esa familia para que todo el trabajo de la Administración gire alrededor de ellas y esté pensado en función de cómo son ellas.

Para ello, no sirve cualquier cosa, hay que realizar un trabajo profesional de altura, plasmado en el espíritu de acogida en todo lo que se hace. Esto lleva consigo tener muy clara la dimensión de servicio, pensar en los demás.

Llegar a casa y tener una buena comida, un baño limpio, mantel sin manchas, cubiertos cuidados…hace que una persona quiera hacer las cosas mejor. Cuando un trabajo está bien hecho llega a la persona y le sirve de impulso para realizar su trabajo lo mejor posible, “coger fuerzas” para afrontar un problema o por qué no, ayudarle en su relación con Dios.

Si se piensa en esta dimensión, realmente el trabajo de la Administración resulta todo un reto y transforma un trabajo, que a priori podría parecer como algo adicional y sin demasiada importancia, en un trabajo que tiene repercusión en la vida de las personas que forman parte de ese hogar. ¿Es realmente impactante, verdad?

Y puede haber días de mayor cansancio, de tener la sensación de que nadie se da cuenta, de pensar “qué más da hacerlo algo peor”. En esos momentos hay que hacer memoria de recuerdos de nuestra infancia, cuando llegábamos a casa y teníamos preparada la comida, o qué bien olía la ropa que lavaba nuestra madre…, quizás no se lo agradecimos lo suficiente, pero en un pequeño rinconcito de nuestros recuerdos, sabemos que ella estuvo allí y lo bien que nos hacía sentir esa sensación de “no pasa nada, voy a casa”.

Así que hay tres cosas que me gustaría transmitir:

  1. La administración es un trabajo profesional de altura y como tal hay que tener encendido el afán de aprender siempre y de mejora continua.
  2. Es un trabajo de servicio, obviamente no es el único pero por esta razón se precisa mucha generosidad en la entrega.
  3. Buscar la armonía en vuestro trabajo, ese equilibrio que le da sentido a todo.
Firma Helena Trillo